Realizado por el arquitecto barcelonés Lluís Domènech i Montaner entre los años 1905-1908, uno de los máximos exponentes del Modernismo Catalán, fue sufragado por industriales y financieros catalanes, ilustrados y amantes de la música, estamento que sesenta años antes ya había financiado el teatro de ópera y ballet Gran Teatre del Liceu.
En el exterior se mezclan elementos escultóricos, que hacen alusión al mundo de la música, con elementos arquitectónicos y decorativos de carácter modernista y barroquizante. En el interior el arquitecto combinó magistralmente los diversos materiales de construcción con cerámica (típico del modernismo catalán) y vidrio.
La sala y el escenario forman un conjunto armónico, en el que uno se integra en el otro. El escenario está dominado en su parte trasera superior por los tubos del órgano, que se convierten a su vez en un elemento decorativo e icono del propio Palau. El escenario está enmarcado por alegorías escultóricas de la música culta y de la música popular: a la derecha, un busto de Beethoven sobre columnas dóricas de las que emerge la cabalgata de las walquirias (en referencia a la adoración por Wagner que siempre ha sentido el público catalán); a la izquierda, unos chicos al pie de un sauce en cuyas ramas aparece el busto de Josep Anselm Clavé, alusión al texto de la canción "Les flors de maig" de este autor.
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